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El ciclo histórico de la corrupción y su inevitable fin
Por Claudio A. Caamaño Vélez
Uno muchas veces tiende a decir “esto no lo cambia nadie”, o la famosa frase “siempre ha sido así”. Ambas son falsas. Si así fuera los habitantes de esta isla andaríamos aún en taparabos.
Lo que ocurre es que los ciclos históricos no son como los ciclos menstruales (28 días), ni como los ciclos calendarios (12 meses), ni siquiera como los ciclos electorales (cuatro años). Un ciclo histórico puede durar décadas, en algunos casos más de un siglo. Tendemos a creer erróneamente que las cosas no cambian, porque van a un ritmo que se nos hace difícil comprender. Pero de que cambian, cambian.
Nuestro país está viviendo dentro del ciclo histórico de la corrupción. Un período muy bien enmarcado, que inicia con Balaguer y su política clientelar. Donde se comienza a “regalar” cosas: tierras, casas, dinero, muñecas y bicicletas, fundas de navidad, etc. También vemos un abultamiento de la nomina pública con las “botellas”; acompañado de la sobrevaluación de obras y un acelerado endeudamiento externo.
Este ciclo histórico se basa en una ineficiencia del Estado, dado que una parte importantísima del presupuesto se va en clientelismo, afectando la calidad de los servicios públicos. También se caracteriza por estratagemas para solventar ese gasto clientelar cada vez mayor. Balaguer se caracterizó por la emisión de dinero inorgánico (imprimir cuarto como cosa loca), que devaluó brutalmente el peso dominicano; luego quienes le sucedieron aplicaron el endeudamiento externo como forma de mover la maquinaria de corrupción y clientelismo.
Los gobiernos dentro de ese ciclo van perdiendo credibilidad y base social, por lo que deben soportarse cada vez más en el dinero para estar en el poder; lo que a su vez conlleva más sobrevaluaciones, mas clientelismo, y por ende más endeudamiento. Situación que ha ocasionado que en los últimos años el país se haya endeudado de una manera cada vez más acelerada, encaminándonos a la insostenibilidad financiera, lo que quedó reflejado en un reciente informe del FMI (al cual no se le ha puesto mucho asunto).
Un Estado, al igual que una persona, no puede vivir del crédito. Pedir préstamos, y luego pedir más préstamos para pagar los otros préstamos. Eso tiene un tope; y en el caso de la República Dominicana ese tope está mucho más cerca de lo que podemos imaginar.
El ciclo histórico de la corrupción está a punto de cerrarse. Ya no tiene forma de sobrevivir; y si trata de prolongarse algo más de tiempo (pocos años), llevará a nuestro país, no a una crisis económica (en la que ya estamos), sino a una catástrofe económica sin precedentes en nuestra historia.
Con el cierre de este ciclo no solo desaparecerá del escenario el actual partido de gobierno, principal exponente de esta etapa; también se irán todas las estructuras que basan su dinámica en el clientelismo político, y de paso todos aquellos dirigentes que ven en la política un medio de lucro. No porque el pueblo haya tomado conciencia, que la esta tomando, sino, y sobre todo, porque ya no habrá forma de que sigan operando.
Sigamos adelante, firmes, pues debemos darle la estocada final a este sistema de corrupción antes de que él, en un afán desesperado por sobrevivir, nos arrastre como país a la catástrofe. Vamos con buen pié, sigamos sin parar.
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