Opinión

Un entrenamiento en el humor…con amor

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Por Tomás Rubio |

Humor sentido, con sentido y consentido

Si las personas adultas nunca terminamos de aprender a relacionarnos con sentido del humor, con más razón los niños y niñas – que están empezando a relacionarse socialmente – necesitan orientación.

La vida es un camino donde continuamente aparecen motivos de humor y a veces no los vemos o no los entendemos, y por lo tanto no los disfrutamos. Nos sucede cuando viajamos. No necesariamente lejos. Basta cambiar de ciudad para encontrarnos con situaciones que hacen reír a las personas del lugar mientras que el recién llegado se ve obligado a preguntar por la causa de esa risa. Sencillamente no conocemos los referentes, los contextos, las historias que nos rodean. Con el tiempo nos incorporamos a ese humor que nos sorprendió.

Por lo tanto, desarrollar el sentido del humor es algo que no termina nunca.

Los niños y niñas con los que compartimos en el Centro de Atención Integral para la Discapacidad de Santo Domingo (Caid) tienen sentido del humor, se ríen, cuentan chistes, hacen bromas. Y como los demás niños y niñas, a veces no entienden, a veces sienten que se están riendo de ellos y en otras ocasiones son ellos los que hacen sentir a otros niños y niñas esa sensación tan molesta.

El sentido del humor sentido desde la bondad de compartir en armonía:

Hay un sentido del humor que no busca crear armonía sino reírse de la diferencia. Es una muestra de incultura y mala educación. Nos reímos del extranjero, del que tiene una discapacidad, del que toma opciones de vida que no son las de la mayoría. Se identifica casi siempre porque quienes se ríen lo hacen en grupo frente al otro que o está solo o en minoría numérica. Y eso sucede porque la mayoría se concede el teórico derecho a decidir y juzgar al otro.

El sentido del humor con sentido del momento oportuno.

Hay un sentido del humor que no tiene sentido de momento y de lugar. Normalmente es fácil de identificar porque cuando sucede quien lo provoca se ríe solo.

El sentido del humor consentido por todos.

Hay un sentido del humor que quiere siempre imponerse y le da igual que el otro no esté en esa frecuencia. Se identifica fácil también porque quien lo causa suele además terminar la broma, chiste o comentario con la frase: “Es que tú no tienes sentido del humor”

¿Qué podemos hacer ante estos sinsentidos del humor?

Enseñar a los niños y niñas a ignorar cuando el humor busca agredirles es una propuesta que les puede liberar de situaciones y no alimentar así los riesgos de violencia. Esta ignorancia va de la mano con una labor permanente de apoyo donde se le recuerde sus fortalezas y de su derecho a pedir ayuda que les restituya el respeto que se les debe. Y al mismo tiempo ayudarles a identificar cuando su humor puede molestar.

Dejar que se equivoquen si no aciertan con el momento oportuno para una broma, risa o chiste, reflexionar después y pedir excusas.

Reírse de uno mismo es un buen entrenamiento. Y eso los padres lo pueden hacer delante de sus hijos para que ellos aprendan que en la vida hay muchas situaciones que tomarse una situación con humor es el máximo amor que nos podemos dar para perdonarnos un error y que los demás nos excusen. Para eso basta un espejo.

Hay una labor constante y necesaria que es la explicación de situaciones, de bromas, de chistes. Y es sencillo. Esto lo hacemos para ir despegándoles de esa literalidad que en muchas ocasiones les impide comprender. Seguramente ya no se reirán (después que te explican un chiste normalmente como mucho consigues sonreír y decir “Ah sí”), pero sí conseguiremos un entrenamiento para ir despertando en los niños y niñas un humor sentido, con sentido y consentido. Y recordar que las personas adultas no lo sabemos todo, por lo tanto, podemos escuchar y aprender de los infantes.

El entrenamiento:

Y como entrenamiento de habilidad social, que es eso también el humor, una habilidad para las relaciones sociales; podríamos realizar una sesión a partir de juegos ya diseñados. Pero no lo vamos a hacer así. Precisamente por lo que acabamos de decir sobre la necesidad de escuchar a los niños y niñas: qué les hace gracia, de qué se ríen, cuales son sus chistes favoritos, qué bromas les gusta hacer, qué les molesta y les hace sentir mal cuando en su entorno las personas se ríen.

A partir de sus propuestas dramatizaremos esas situaciones y reflexionaremos sobre ellas. Lo haremos desde el teatro de la improvisación del que los niños y niñas son auténticos expertos.

Tomás Rubio. Coordinador de “Di Capacidad”, un espacio Inclusivo de Formación Humanística. Trabaja en el Centro de Atención Integral para la discapacidad de Santo Domingo (CAID) en el área de Teatro. Contador de cuentos, profesor de escritura creativa y animación a la lectura. Se formó en Teatro Creativo Sanador y Chikung en la Escuela Internacional Neijing (España). Periodista y escritor de cuentos, poesía y guiones de teatro.OLYMPUS DIGITAL CAMERA